30 mayo 2005

Otro

-Tio, todavía recuerdo los años en que vivimos como si fuéramos inmortales- dijo Beni con melancolía.
-Sí. Y cuando nos dimos cuenta y dejamos de hacerlo fue cuando empezamos a morir-, replicó Eusebio desde la tumba contigua.
El cementerio estaba en silencio. El resto de muertos dormía.

06 mayo 2005

Un cuento de un metro

Saúl era un auténtico suicida vocacional. Y también un indeciso que no encontraba fuerzas para llevar a cabo su propensión. Dedicaba el día entero a buscar razones que le hiciesen ver que merecía la pena vivir. Nunca las hallaba. Eso le desesperaba aún más.

***********

Aquel lunes tampoco se suicidó y, en consecuencia, fue a la Facultad. Entró al Metro casi con los ojos cerrados – como lo hacía siempre – para no ver aquella realidad que tanto le deprimía, aquellos rostros metálicos agobiados por las hipotecas, la rutina, la vulgaridad. Una vez se hubo sentado abrió los ojos y miró a su alrededor debido a aquel extraño impulso que le obligaba a cerciorarse de que, para su desgracia, la vida seguía igual. Y entonces la vio. Ella era una morena de piel oscura que dormía plácidamente sobre el hombro de la joven sentada a su izquierda. Se la veía tan a gusto en aquel mundo que él repudiaba que no pudo dejar de mirarla. Si existiera alguna manera humana de representar la felicidad con la certeza absoluta de no equivocarse sería, sin ninguna duda, el rostro relajado y dulce de la morena.

“Próxima parada: Ciudad Universitaria...” Saúl odió mas que nunca al mundo y se bajó del vagón andando de espaldas para apurar los, quizás, últimos segundos en que la vería cara a cara. Caminó hacia la Facultad y en su cara brillaba una sonrisa tonta.

**********

Martes. Ya no tenía tanta necesidad de quitarse la vida y, consecuentemente, fue a clase. Repitió escrupulosamente cada paso que dio el día anterior hasta que se sentó en el mismo puesto del vagón. Entonces abrió delicadamente los ojos con la única intención de encontrarla. Y allí estaba ella, durmiendo cándidamente e irradiando belleza y paz por cada poro de su piel. La sonrisa tonta de Saúl volvió al vagón y se bajó con él en Ciudad Universitaria.
Aquel día Saúl no atendió al profesor de Literatura. No hacía más que pensar en la morena. Un escalofrío de tristeza le recorrió cuando se dio cuenta de que nunca hablaría con ella ni sabría su nombre. No se atrevería a despertarla. Además, quizá despierta perdería todo su encanto. Saúl decidió llamarla Felicidad, el nombre mas justo que podría recibir alguien que se movía por el mundo con ese gesto.

********

Pasaban los meses y cada día que Saúl bajaba al Metro allí estaba Felicidad, durmiendo dulcemente y alegrándole la vida.
Pasaban los meses y, nada más despertarse, Saúl pensaba en Felicidad y, en consecuencia, no se suicidaba. Fue el mejor año en la vida de Saúl.

Pero un lunes de mayo, Felicidad no acudió a la cita, Felicidad se fue. El martes también faltó. Como el miércoles. Como el jueves. Como el viernes. El domingo enterraron a Saúl.

Dedicado a Delicado