21 abril 2005

CUENTO DE VERANO

Un día de agosto mi tío Saúl bajó a dar un trivial paseo por la playa. Pese a que sólo tenía 20 años su estampa era la de un hombre que llevaba a cuestas muchas derrotas: recordaba cada día vivido como un ejemplo de infelicidad e imaginaba los venideros como una insoportable carga.

Tras una hora de paseo por la orilla, llegó al centro de Fuengirola. Vio una agencia de viajes y entró. 30 horas después de salir del apartamento alquilado, Saúl aterrizó en Barranquilla, Colombia. Llamó a casa para tranquilizar a su familia, aunque informó de que no volvería en mucho tiempo. De hecho, no volvió nunca. Estaba todo decidido. Del aeropuerto fue directo a una tienda donde compro un machete de los que se utilizan para abrirse paso en la selva. Acto seguido, entró a la sucursal bancaria más cercana y la atracó. Después fue a tres farmacias. En cada una compró una caja de tranquilizantes. A la última chica le pidió las señas de la redacción del periódico más cercano. Al llegar a las oficinas preguntó por el becario más joven que trabajara allí. Le indicaron la mesa de G.G Márquez. Mi tío se presentó al chico, le contó su historia y le propuso un trato: le daba todo el dinero que llevaba en la bolsa a cambio de que escribiera, cada semana de los próximos 40 años, una carta a sus padres. En ellas, haciéndose pasar por Saúl, debía hablar de una placentera vida en Barranquilla. El becario aceptó.

Al salir de la redacción, mi tío se internó en un manglar cercano y se tomó las tres cajas de tranquilizantes. Era una paradoja, pero fueron momentos muy felices para él. Iba a poner fin a su ida, su mayor deseo, pero sin causar el más mínimo dolor a su familia.

Su plan fue perfecto. Mis abuelos murieron de puro viejos pensando en el hijo que vivía feliz en Colombia; mi padre, hermano mayor de Saúl, entretiene su vejez leyendo las deliciosas cartas que cada semana le escribe su “hermano” desde el otro lado del mar. Y yo me asombro recordando la historia que me confirmó García Márquez, en una confidencia, el feliz día que le entrevisté.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aquí está de nuevo Saúl, convertido en tío, y con sus incansable afán por acabar con su vida. Ya le voy pillando el truco, eh?

Curioso, una entrevista con García Márquez... quizá algún día llegaré a entenderlo, por qué no entrevistamos a Galdós? En estos cuentos todo es posible, no? Ahí lo dejo como sugerencia.